Hay muchos entrenadores que “sufren” la competición y lo peor es que se les ve cómo la sufren. Son entrenadores más orientados a no perder que a ganar. A éstos les cambia el carácter en torno a la competición. Se muestran de otra forma a como son habitualmente, nerviosos, serios, muy habladores sobretodo recordando instrucciones y dando pautas para el partido…
El rendimiento es un estado de ánimo. El entrenador debe conocer cuál es el estado ideal de ejecución o de rendimiento. Y debe saber acercar a sus jugadores y al equipo hacia él. Debe crear climas de rendimiento en el vestuario sabiendo mover las emociones individuales y colectivas.
Al rendimiento se llega desde emociones positivas (claridad de la tarea, autoconfianza respecto a su ejecución, ilusión, disfrute, ambición), mientras que se aleja desde emociones negativas (responsabilidad, urgencia, necesidad, obligación, ansiedad, temor, enfado).
El entrenador ha de ser como un “alquimista” capaz de crear la pócima anímica que invite a liberar el talento individual y colectivo. ¿Qué ingredientes maneja el entrenador para crear el clima ideal de rendimiento?
- Claridad de la tarea y sentimiento de competencia. El entrenador debe trasladar a cada jugador, cada línea y al equipo aquellos automatismos que le permitan jugar de “memoria”. Esto es el resultado de muchas horas de entrenamiento. El equipo va construyendo poco a poco su patrón o sistema de juego.
- Reto o desafío asequible. El entrenador debe traducir el objetivo ante cada partido como un desafío o un reto asequible, ni demasiado fácil ni excesivamente difícil de lograr. La dificultad que plantea cada rival debe ser expuesta de forma que el equipo la sienta como un auténtico desafío. Ante una situación percibida como desafío el sistema nervioso autónomo activa la producción de cortisol, hormona que rige los estados de alerta o atención. Una habilidad que los entrenadores necesitan desarrollar es convertir en fácil lo difícil y viceversa.
- Vivir y sentir el duelo o enfrentamiento con un rival. Competir consiste en un duelo en el que superas al rival o él lo hará contigo. El deportista te dice que “matas o te matan, no hay término medio”. Lógicamente las armas para superar ese duelo con el rival son el esfuerzo, el trabajo bien hecho y saber competir. Vivir el partido como un duelo ayuda a que el sistema nervioso libere la adrenalina necesaria para imponer el trabajo al rival hasta superarle.
- Autoconfianza individual y colectiva. Es necesario que el jugador y el equipo se sientan competentes para desarrollar su trabajo hasta imponerlo al rival y lograr superarle. Un entrenador con dudas respecto al rendimiento potencial del equipo lo acaba limitando o frenando. Valorar las cualidades del propio equipo, clarificar la tarea, identificar los puntos débiles del rival y traducir las posibles dificultades que pueda plantear en soluciones, son aspectos que potencian la autoconfianza colectiva.
- Valores relacionados con “saber competir”. Competir supone tener mente de superviviente. Tras la idea de competir está el valor de la superación. Saber competir supone un proceso en el que se van superando diferentes etapas: 1) superarse a sí mismo; 2) superar al compañero; y 3) superar al rival. Los competidores fiables son aquellos que recorren todo el proceso, que compiten cada día para tener garantías de poder competir los “domingos”; los que compiten solo en los partidos son competidores poco fiables.
- Valores “compartidos” por el equipo. Educar determinados valores en el equipo facilita que el equipo se acerque al rendimiento óptimo en los partidos. Recomiendo potenciar al menos los siguientes valores: 1) la importancia y protagonismo del equipo; 2) conducirse siempre, cada día, desde el máximo esfuerzo; 3) saber competir o tratar de superar siempre cualquier dificultad o adversidad; y 4) buscar el acierto o la eficacia en cada acción, tanto entrenando como compitiendo.
- Máxima exigencia. El equipo está mejor preparado para la competición cuando convive diariamente con un elevado nivel de exigencia por parte de su entrenador. No está reñida la exigencia con un trato cordial o afable. El entrenador actual debe exigir con argumentos que se apoyen en la utilidad individual y colectiva y no en la autoridad o la imposición.
JUAN JOSE RUBIO
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